Bingo tóxico: organización social vs. fumigaciones y contaminación en Lobos

En las puertas del AMBA vecinas y vecinos de siete organizaciones se organizaron (incluso con un bingo) para pagar un estudio del INTA que reveló la presencia de 22 plaguicidas en altas concentraciones en las redes y pozos de agua domiciliaria, plazas, suelos, napas subterráneas y hasta en la lluvia. Lo que dicen los concejales que aún no firman una ordenanza para restringir fumigaciones y promover la agroecología. Hablan el presidente de la Sociedad Rural local, la directora de Medio Ambiente, la científica del INTA Virginia Aparicio. La historia de un ex aplicador, la asamblea ciudadana, y las familias afectadas que buscan que el paraíso no se convierta en una de terror.

Fotos: Nacho Yuchark.

En las calles de Lobos algo está cambiando. Mucha gente quiere hablar, abierta o anónimamente, porque “el campo y el miedo lo atraviesan todo”, dicen. Buscan denunciar lo que pasa por estas tierras hace décadas, algo que ningún informe certificaba. Hasta ahora.

Una alarma despertó a la comunidad el año pasado: el Círculo de Ingenieros Agrónomos de Lobos (CIAL) presentó al Concejo Deliberante municipal un proyecto de ordenanza para el “Manejo y aplicación de fitosanitarios” que instaba la habilitación a fumigar a solo 50 metros de las áreas pobladas. Para evitar esa única propuesta, desde las entidades Coplasa y Alianza Clima, Vida y Salud Lobos presentaron otras dos iniciativas, lo que derivó en una apertura de audiencias públicas que permitieron la discusión en el Concejo. “Pero con eso no alcanzaba. Pretendían sacar la ordenanza sin saber qué nivel de contaminación hay en Lobos. Decían que no estaban preparados para investigar el tema, así que lo hicimos junto a toda la comunidad”, cuenta Cielo Campos (25 años) de la organización Fuerza Ecológica.

Alianza Clima, Vida y Salud (ACVS), Casa de la Cultura, Coplasa (Colectivo por la Agroecología y la Soberanía Alimentaria), Ecolobos, Frente de Izquierda, Fuerza Ecológica y Junta Vecinal Laguna de Lobos se unieron en marzo en APAL (Aporte Por el Ambiente de Lobos) para realizar un monitoreo en trece lugares, rurales y urbanos, y llevar las muestras al INTA para determinar la presencia de plaguicidas. Abrieron una cuenta bancaria para reunir donaciones y costear el estudio otoño-invierno (en unos meses harán el de primavera-verano). Para analizar dos moléculas debían llegar a 120 mil pesos y usaron la creatividad. Facundo Casela, Técnico Superior en Negociación de Bienes, productor agroecológico e integrante de la Junta Vecinal, explica: “Desde la Junta habíamos hecho bingos virtuales y lo propusimos como una posibilidad de acercarnos al monto necesario. Vendimos los 360 cartones. Nos quedaron 74 mil pesos limpios. El resto fueron donaciones de la comunidad”.

Marcelo Vassaro (58) es Técnico Superior en Gestión Ambiental y presidente de ACVS. “Lograr la unidad fue tan importante como comprobar que hay contaminación. Esta es una sociedad conservadora, solidaria mientras no comprometa ningún interés: pudimos quebrar eso trabajando entre distintos sectores, visiones y edades. Superamos las asperezas gracias a un objetivo común. Para Lobos esto es un hecho inédito, bisagra. Ahora debemos continuar juntos, porque esto recién es el inicio”. 

Aguas contaminadas

Una ordenanza de 1995 declaró a Lobos “libre de plaguicidas”. Pero se sabe que una cosa es la teoría y otra, la práctica. Nicolás Olalla (44), integra Coplasa, es Licenciado en Biología y coordinó el el muestreo. Está sorprendido por los resultados: “Sobre todo por la cantidad y variedades de los plaguicidas”, afirma. Se encontraron 22 distintos.

“Se confirma lo que se sabía: lo aplicado en el campo no queda allí, sino sino que deriva a todos lados, viaja por el aire, con el polvo,  se desplaza hasta la atmósfera y vuelve con el agua de lluvia”.

Sobre el informe: “Los plaguicidas fueron detectados en todos los sectores del ambiente. En el agua subterránea (napas de las que se provee un pozo particular y el agua de red de la ciudad); en las aguas superficiales (arroyos y canales que van a la laguna, así como en los sedimentos); en la lluvia. También en el centro de Lobos, tanto en suelos como en el material vegetal; en una escuela rural: una mezcla de plaguicidas que no se sabe de qué modo se potencian al estar juntos.  

Lara Ramassotti (20), milita en el FIT: “Coordinando con todas las demás organizaciones nos dimos cuenta de todo lo que podemos hacer juntas”. Cielo asiente. Hace frío y comienza a lloviznar. Estamos en la Plaza 1810, frente a la Municipalidad, donde se tomaron dos muestras y se hallaron cuatro plaguicidas en el suelo y diez en el agua de lluvia. Cielo sentencia: “Impactan los resultados. No teníamos una identidad de pueblo fumigado y ahora sí; es frustrante. Los vecinos nos preguntan ¿le puedo hacer algo al agua? Y no, no podemos hacer nada”. Se seca las gotas que le caen en la cara, y dice: “Hay más concentración de plaguicidas en zonas urbanas que rurales; incluso en esta plaza”.

B, 50 años, es maestra rural en dos escuelas primarias. Duda en hablar, pero finalmente accede. “Hay que involucrarse, pero cuesta, sobre todo en los de mi edad, que no nos preparamos para esto. Sabíamos que el agua de la mayoría de las escuelas estaba contaminada; de hecho, consumimos agua mineral. Dos veces nos fumigaron: en 2018 y este año a 100 metros. Ni siquiera tuvieron el respeto de hacerlo fuera del horario de clase o un fin de semana. Nos quejamos a nuestros superiores, pero no pasó nada”.

La Laguna de Lobos es un humedal de 800 hectáreas emplazado en el pueblo turístico Villa Logüercio, que sufre la muerte de sus peces y la contaminación de sus aguas, flora, fauna y habitantes. Hugo Onetto preside la Junta de Fomento y habla rodeado de bolsas, latas, ramas y bidones, en el basural a cielo abierto donde los residuos no se reciclan sino que son tapados por una máquina municipal:

“Hace unos años había unos pájaros, los ‘siete colores’. No hay más. Lo mismo las garzas, los jilgueros, los cabecitas negras, las corbatitas; nada de esto va a volver”.

Culmina: “La laguna no estaría contaminada si hubiera controles. Tenemos los análisis gracias a los vecinos y a la generosidad del INTA-Balcarce. Ahora, que el municipio haga algo”. 

Habla La Rural 

«Ya arrancamos mal cuando dijiste agrotóxicos. Si lo vas a hacer con una mirada objetiva, como un periodista libre, no tengo problema”. Para Francisco Bordieu, presidente de la Sociedad Rural de Lobos, un periodista “libre” debe decir “fitosanitarios” discusión que puede zanjarse con la palabra técnica “plaguicidas”, que describe perfectamente a venenos con capacidad de daño a los organismos vivos.  

El encuentro fue en la Plaza 1810: “Lo que se publicó tuvo trascendencia por la gravedad de lo que dicen que hay, que está lloviendo glifosato. Eso no es cierto; me parece un acto irresponsable de ciertos grupos ambientalistas generar un pánico en la sociedad”. En realidad el informe del INTA no detectó en esa muestra glifosato en la lluvia (y sí atrazina y 2-4D) encontrando al glifosato en sedimentos y aguas superficiales.

“Detectaron fitosanitarios, es obvio, porque en el campo estamos aplicando eso; el tema es en qué cantidad. Según el INTA los parámetros están bien. Hay dos puntos que salen mal e INTA recomienda volver a muestrear porque le parece raro”. Bordieu plantea que “las cosas no se están haciendo mal. Antes sí, se aplicaban productos realmente tóxicos, de banda colorada, ya prohibidos. Hoy usamos de banda verde” y esgrime un argumento no sanitario sino económico: “Al glifosato no nos lo regalan, nos lo cobran en dólares, mucha guita, no queremos comprar ni tirar de gusto”. 

¿Qué piensa en relación a la distancia de aplicación?

Lo que proponen los ambientalistas (1.095 metros) es una locura, porque cuando trazás la cuadrícula de circunferencia, dejás a Lobos casi con el 50 por ciento de la tierra improductiva.

¿Cuántos metros proponen ustedes?

Nuestro proyecto de ordenanza propone no prohibir…

¿por qué voy a prohibir algo que no tengo demostrado que mata? 

Francisco Bordieu, presidente de la Sociedad Rural de Lobos

Detalle: los 1.095 metros no son un propuesta “ambientalista”, sino el reclamo vecinal que surge del fallo del juez federal Carlos Villafuerte Ruzo para el caso de Pergamino, distancia fundamentada en informes científicos sobre la deriva de los pesticidas y los efectos de daño genético en los humanos. 

“Este informe no es válido para que el Estado determine una ordenanza; lo serio sería que el Estado encare algo bien hecho” defiende Bordieu. “El municipio debería hacer análisis trimestrales. Y te repito que los resultados no son malos”. 

El informe sin embargo determina que el 2-4D, por ejemplo, supera 45 veces los parámetros admitidos por la Unión Europea. “A mí el informe no me dice eso, de ninguna manera; es un solo muestreo de los 8 o 10 que hicieron los chicos, dice que se está por encima de los niveles. Acá se armó un relato como que estamos 45 veces arriba y tampoco es así; si hay un nivel alto, hay que bajarlo”. 

Se encontraron 22 plaguicidas en las muestras. “Me parece mucho, porque en el campo nosotros no usamos más de dos o tres. No niego que estén, pero lo que figura son números irrisorios”. 

¿No hay aguas contaminadas en Lobos?

“Contaminadas por fitosanitarios, me animo a decirte que no. Pero es algo que tiene que hacer el municipio”.

Francisco Bordieu, presidente de la Sociedad Rural de Lobos

¿No cree que hay riesgo para la salud? “Si las cosas estuvieran mal hechas, sí. Y nosotros seríamos los primeros en arriesgar la salud. Yo creo que hoy no hay riesgo sanitario, de ninguna forma. Yo miro el informe del INTA y nos da mucha tranquilidad”. 

Hugo Onetto, de la Junta Vecinal, y el humedal-basural: “No hay más pájaros”. Facundo Casela es productor agroecológico y promovió el bingo para financiar el estudio que detectó 22 agrotóxicos en las aguas subterráneas, superficiales, los suelos y la atmósfera de Lobos. Fotos: Nacho Yuchark.

¿Qué dicen los concejales?  

En marzo de 2018 la gestión comandada por el intendente radical Jorge Etcheverry (Cambiemos) eliminó la Secretaría de Medio Ambiente, que pasó a ser Dirección. La Comisión de Medio Ambiente del Concejo Deliberante, está redactando las ordenanzas para el manejo y la aplicación de fitosanitarios, así como para el fomento de la agroecología: su presidenta María Inés Abib, (Unión Vecinal Conservadora-Cambiemos), Marco Valderrama (UCR-Juntos por el Cambio), Nancy Aragonés (JxC) y Carla Pirani, Frente de Todos recibieron a MU. Abib: “El informe sirve como puntapié porque hasta ahora Lobos nunca tuvo nada y hace al menos 30 años que se usan agroquímicos. Lo que más me llamó la atención es que los valores más altos no son exclusivos de Lobos, entonces veo el vaso medio lleno. Los más altos son en la laguna y en el arroyo Las Garzas. Allí no drenan sólo los campos de Lobos, pero igual es preocupante; los resultados están a la vista”.

Valderrama: “Obvio que son preocupantes los resultados. Pretendemos que los legisladores de la Cuenca tomen este ejemplo, porque no nos vamos a hacer cargo de la contaminación de toda la Cuenca desde Lobos y vamos a sacrificar… Con esto no defiendo a ninguna parte pero no podemos negar que somos un pueblo agrícola ganadero, no industrial. Toda la plata que entra al pueblo es por la producción agropecuaria. No le vamos a echar la culpa a los productores de Lobos por la cuenca de Navarro, Saladillo, Mercedes.

Pirani: “A mí sí me sorprendió que fueran tan grandes los resultados”.

Valderrama: “Estamos discutiendo un tema que no lo toca ni el Congreso. Yo sé que nos van a acusar, de acá o de allá, pero cinco ciudadanos que no sabemos del tema no podemos resolver un asunto nacional o mundial. Monsanto no sabe que nosotros estamos acá ni le interesa lo que hacemos, porque Monsanto la pone donde la tiene que poner. Entonces vos me decís, ¿te llaman la atención los resultados? Y sí, es una locura. Y sabemos en lo que nos estamos metiendo”.

Abib: “Agarramos una papa caliente y la sostenemos. Escucho hablar de enfermedades a los ambientalistas, pero no a médicos·. Pirani: “Hace cuatro años, un médico (Atilio Sgro, fallecido en 2020) presentó un proyecto por el arsénico en el agua, por la cuestión de la tiroides. No le dieron curso porque implicaba un estudio muy grande y no había recursos”.

¿Cuándo estarán las ordenanzas? Valderrama: “No tenemos plazos. Será antes de que termine nuestro mandato en diciembre. No tenemos otro apuro. Le dedicaremos el tiempo que sea necesario”. ¿No hay apuro por parte de la comunidad? Abib: “El resultado no va a cambiar por apurarnos, sino cuando la ordenanza se ponga en práctica y por lo menos pase un año”. Valderrama: “Esperaremos el examen de primavera-verano. Si sancionamos a los apurones nos exponemos a un veto. Tratamos de hacer legislativamente lo mejor para no seguir envenenándonos”. 

Días después de esta entrevista, el intendente Jorge Etcheverry, ingeniero agrónomo y ex titular de la Sociedad Rural, escribió en sus redes sociales un texto que tituló “El ambiente lo cuidamos todos”, y en el cual no se refirió al estudio del INTA-Balcarce, pero consignó que “se harán los estudios correspondientes para contar con información confiable y difundirla de manera transparente”.

Fernando Cabaleiro, abogado que asesoró a la comunidad en el monitoreo, detalla: “Los estudios son absolutamente válidos por varias razones. Son una manifestación de la democracia comunitaria, están hechos por la propia sociedad civil, y son coincidentes con los datos que surgen de otros relevamientos ambientales en la llanura pampeana donde se encuentra Lobos. Las autoridades municipales deberían estar alertas a datos como los siguientes: de los 22 agrotóxicos que encontró el INTA-Balcarce, el 55% fueron cancelados en la Unión Europea por su peligrosidad para la salud humana y el ambiente. La mitad de ellos son considerados disruptores endócrinos y el 45% han sido catalogados como agentes cancerígenos”.

Nicolás Olalla, encargado del muestreo: “Seguimos todos los protocolos científicos y jurídicos, con varios testigos, sabiendo que existiría la estrategia de desviar la atención. De entrada nos contactamos con la doctora Virginia Aparicio. Hicimos todos los pasos y hasta los filmamos. Nadie del municipio se comunicó tras los resultados con el INTA-Balcarce, que es una institución nacional. Tampoco se convocó a las organizaciones para dialogar ni nos llamaron del INTA Lobos ni de la Sociedad Rural”.  

¿Hay otro modelo?

Victoria Basualdo (28) es la Directora de Políticas Ambientales de Lobos, donde nació. “Me alarmaron los resultados; no solo la cantidad sino la variedad de plaguicidas, hasta en el agua que consumimos. Desconocemos lo que puede ocasionar a nuestra salud el consumo de un agua con este cóctel de plaguicidas a largo plazo. Cualquier persona con un poco sentido común se da cuenta de que puede ocasionarnos un montón de enfermedades”.

Cree que es hora de decisiones: “Sí o sí. Y lo digo como vecina, porque mi familia y mis amigos también viven acá. El informe del INTA es una foto de la realidad de Lobos. Es tristísimo, algo que hay que revertir para mejorar la calidad de vida de nuestra comunidad, mejorando el ambiente. Si queremos disminuir la cantidad de plaguicidas, hay que cerrar la canilla. Si no, vamos a seguir haciendo monitoreos sin cambiar las cosas. Y creo que es posible hacerlo”. 

Cuenta Victoria que ha planteado la situación al intendente, y que se está analizando el informe. “No sabíamos dónde estábamos parados. Celebro la iniciativa de las organizaciones que impulsaron esto. No podemos negar esta realidad, que es producto de muchos años de un tipo de producción basada en fitosanitarios. No quiero señalar ni echar culpas. Pero asumo que tampoco se ha ofrecido a los productrores locales una alternativa como la agroecológica, para producir de otro modo”.  

Considera que lo investigado por el INTA “son resultados científicos, fehacientes, que hay que profundizar. Esto nos da lugar para trabajar el tema de verdad. Hablar de metros de distancia es poco para una problemática de esta magnitud. Las decisiones no dependen de mí sino del intendente, pero a partir de esto hace fala ampliar los monitoreos, hacerlos trimestrales en lo posible, sabiendo que puede resultar hasta más grave la situación, pero hay que tener el panorama real para poder enfrentar el problema. Se encontraron incluso sustancias prohibidas, lo que muestra que tenemos que controlar y regular de modo mucho más fuerte en la zona urbana y periurbana. Tenemos lagunas, arroyos, humedales que albergan muchísima diversidad. Alterar los ecosistemas sabemos que es fatal. Y agreguemos el problema del agua: es urgente cambiar esto”.  

¿De qué modo? “Tenemos que ofrecer alterntivas a los productores. Hay localidades que han pasado de una producción de fitosanitarios a una agroecológica y sabemos que eso es posible, como ocurre en Guaminí, por ejemplo. Y se ha sostenido en el tiempo. Si no se sabe producir de otra forma, como Estado debemos promover este tipo de cultivo y colaborar con la educación de los que productores. Ahora sabemos que podemos desarrollarnos con alternativas más sostenibles yendo hacia una producción que mejore la producción y revierta lo que nos está pasando”. 

Mónica Ritter y Alejandro Guetti. A él le detectaron un linfoma, ella tiene tres nódulos por tiroides: viven a 100 metros de un campo fumigado. Arriba, Paula Rabinovich y Damián Lencina: agroecología y dulce espera, para buscar otro futuro. Fotos: Nacho Yuchark.

«Yo fui aplicador»

Sebastián Díaz tiene 34 años: “Soy un ex aplicador. Trabajé para ese sector, conozco todo”. Tras el abandono de su papá cuando tenía 6 años, se crio con sus tíos abuelos Miguel y Juana, ambos quinteros. “A los 11 años ya tenía la mochila de fumigar al hombro. Es común que los nenes se relacionen en los pueblos con los agroquímicos, les decíamos ‘remedios’. Algunos de esos venenos hoy están prohibidos. En 2002 mi tía muere por cáncer de colon. Cinco años después murió mi tío por la misma enfermedad. Nunca lo habíamos relacionado con los agroquímicos”. 

Desde 2007 a 2012 Sebastián fumigó para dos empresas cuyos nombres prefiere no develar.

“No tenía conciencia, no había la información que hay ahora. En las capacitaciones nos decían que esto solucionaba el hambre del mundo, con imágenes de nenes de Sudáfrica con la panza hinchada… ‘el mundo nos reclamaba alimentos’”. 

Hubo momentos de inflexión para Sebastián. “Cuando se sembraba soja, el pájaro chajá venía a picotear. Teníamos que fumigar con el insecticida metamidofos, prohibido, que tiene una hormona que atrae a comer. A la hora, el bicho ya estaba hecho pedazos. Empecé a entender que los productos no eran inocuos y a cuestionar lo que hacíamos.

Envenenamos un montón escudándonos en que era agua con sal. Si tenía las manos sucias con agroquímicos me decían ‘mojátelas con barro que se desactivan’; o bajaba de la máquina con dolor de cabeza y me sugerían ‘tomá yogurt bebible que saca las toxinas del organismo’ y yo les creía”.

Otro punto de quiebre fueron las palabras de un compañero maquinista: “Sos muy pibe, no te envenenes al pedo; te va a quedar en la sangre y cuando quieras tener un hijo va a traerte problemas”.

En 2014 nació Juana, su hija. “Cuando cumplió cuatro años entendí lo que significa el miedo”. Ese temor se refleja en sus lágrimas mientras habla: “Empezó a tener fiebre y no podían detectar la causa. Fue lo más horrible que viví como papá. Nos derivan a La Plata y nos dicen que podía ser oncológico. Le conté a la pediatra que yo había aplicado agroquímicos y su cara me lo dijo todo. Entendí que puedo irme al otro lado del mundo, pero cada vez que Juana tenga un problema voy a tener que decir ‘yo fui un aplicador’. Ese trabajo nunca te deja. Por suerte los estudios determinaron que era un virus en la sangre, pero me quedó esa marca: a partir de ahí nada iba a ser lo mismo”. Sebastián hoy integra la agrupación Fuerza Ecológica. 

¿Qué dicen los médicos?

En Lobos abundan las denuncias de enfermedades por la utilización de pesticidas, pero no los datos epidemiológicos. Alejandro Guetti y Mónica Ritter viajaron en 2008 desde Buenos Aires a buscar una tranquilidad que se vio truncada en 2015. “Me detectaron un linfoma de Hodgkin, un cáncer linfático. En FUNDALEU (Fundación para combatir la leucemia) me aseguraron que había altísimas probabilidades que fuera por los agrotóxicos al vivir a 100 metros de un campo donde se fumiga, que cuando llegamos era de la familia Blaquier. Por suerte el nódulo era visible: lo detectamos a tiempo y zafé”. Mónica completa el diagnóstico popular: “Acá hay un tema llamativo con las tiroides; yo tengo tres nódulos y me aparecieron después de tomar cinco años agua de la canilla. Pero no soy yo, es muchísima gente. Siempre pensé que Lobos era una maravilla, un cuento de hadas, pero te podés cagar muriendo”. Algo de esa maravilla puede verse a pesar de todo en el fondo de su casa, en la huerta orgánica donde juntos siembran y cosechan plantas y alimentos.

Patricia también es vecina de Villa Logüercio: “Mi marido está tratándose para confirmar si tiene hipotiroidismo. Su ecógrafo le confirmó que el 70% de la población sufre de tiroides por los agrotóxicos, pero ningún médico lo quiere reconocer”. Daniel Olalle tiene 65 años y hace 11 vive a metros de la laguna. Fue operado de glaucoma y la vista le quedó muy sensible: “Es como si tuviera un detector de agroquímicos que me queman los ojos. El viento trae todo lo que tiran en los campos. Mi doctora dijo que me salió un hongo por lo que vuela, el polen y los agroquímicos. Los oftalmólogos saben el problema de la laguna, pero nunca te lo van a decir porque el campo atraviesa todo”.

Norma Guitta tiene 71 años, camina con andador y con una tristeza que le cambió la vida: “Antes de la muerte de mi marido era feliz”, explica mirando por la ventana de su casa que da a un largo jardín. Su marido Ricardo Tomás Gallo, “Pepe”, murió envenenado hace once años por transportar en camiones de cereales fumigados y fertilizantes. “Trabajó 18 años en una empresa de distribución de químicos. Un día me dijo: ‘Negra, me pica el brazo’. Habían estado fumigando. Le empezaron a salir ampollas enormes en todo el cuerpo, menos en los testículos y en la cara.

No quería ir a la clínica para no traerle problemas a su patrón, Carlos Lucesoli.

En vez de cuidarse él, cuidaba a los demás. Hasta que me enojé: ‘¿Vas al médico o te querés morir?’. Fuimos. “Esto no es para mí”, le dijo un médico de Lobos. Fuimos a clínicas de La Plata y Capital, y sólo le dieron una pomada y unas pastillas. Siempre venía con dolor de cabeza por los tóxicos, hasta que un día cayó tumbado. ‘Alergia’ determinaron como causa de muerte, pero no tengo dudas que fueron los agroquímicos”.

Un médico que sí acepta hablar es Maximiliano Mulassi, director del Hospital público de Lobos: “Sabía del arsénico en agua, pero estos niveles de agrotóxicos en las napas los conocí ahora. Estos productos a largo plazo generan cáncer así como diferentes enfermedades; algunas más leves, como diarrea y vómitos, y hasta intoxicaciones crónicas que terminan en caso oncológicos o respiratorios”. Jorge Chiabaut es el presidente del Colegio de Médicos de Lobos. “No leí el informe, ni es un tema que manejo porque soy cardiólogo. Pero todo uso de sustancias químicas tiene implicancia en la salud, el agua, la flora y la fauna autóctona”. 

Natalia Domínguez es médica generalista y pediatra del hospital público. “Vivo en un área suburbana y he sentido ese olor horrible de la fumigación, sólo faltaba un estudio como el del INTA”. Sobre la falta de estadísticas:

“Tenemos atención básica, pero todo paciente complejo es derivado a CABA o a La Plata, sin registro. Acá no se diagnostica un linfoma, una leucemia o un cáncer de tiroides.”

“Está lleno de casos de hipotiroidismo, incluyéndome. La industria agropecuaria es un monstruo y hay relación entre el uso de agroquímicos y el hipotiroidismo. El problema es que tampoco quieren decirlo quienes saben, porque se ponen la soga al cuello. También hay hipotiroidismo en la infancia, que no tendría que existir. Todo esto es acumulativo, pero no se lo estudia para que no se conozca”.  

Juan Ignacio Pereyra Queles es abogado por la Universidad de La Plata y especialista en derecho ambiental por la UBA:

“Hay mucha legislación de protección ambiental que es buena pero no se aplica y eso es responsabilidad del Poder Ejecutivo. Se defiende más la propiedad privada que la propiedad del cuerpo atacado por sustancias comprobadamente peligrosas”. 

Juan Ignacio Pereyra Queles

Volver al futuro

En Lobos existen diversas experiencias que muestran que es posible otra manera de producir, sin venenos. Damián Lencina y Paula Rabinovich son biólogos, productores agrícolas y pareja. Debajo de la campera de Paula se nota que pronto serán tres. “Agroecología, permacultura y sobre todo ganadería regenerativa es lo que hacemos, buscando otras formas de habitar y producir, logrando un impacto positivo en el ambiente, introduciendo más carbono en el suelo”, explica Damián. “Hoy los alimentos cada vez tienen menos nutrientes por los suelos desgastados”, sigue Paula. “Es muy distinto fomentar la vida, la biodiversidad, al discurso de quemar y matar la naturaleza. La plaga es una respuesta de la naturaleza buscando un equilibrio; frente a un mal manejo”.

Ambos forman parte del colectivo por la agroecología y la soberanía alimentaria  Coplasa, al igual que Nicolás Olalla, que hace viveros y jardines agroecológicos. Su diagnóstico: “Los campos están como drogados y tienen que empezar una rehabilitación hacia la agroecología. En un primer momento no va a tener alta rentabilidad porque los suelos están castigados y dependientes de los tóxicos, pero luego la vida se recupera y los suelos se curan y enriquecen”. Presagia el futuro de Lobos con una metáfora: “Nos veo reflejados en el yuyo del campo pelado, que resiste el veneno que le tiran. Se fortalece y vuelve a florecer, sigue vivo, igual que las comunidades”. 

Como síntoma de lo que está brotando en Lobos, comenzaron a organizarse las asambleas vecinales informativas. En la primera reunión, con MU como testigo, una vecina levanta la mano: “Recuerdo que hace unos años había un médico que ya denunciaba todo esto y pedía estudios”. 

Otra mujer, con su hijita en brazos, toma la palabra: A Marisol Sgro luego cuenta a MU, cerrando esta nota y abriendo caminos: “Siento lo mismo que hubiera sentido mi papá. El dolor y la bronca de corroborar que la impericia y negligencia de unas cuantas personas dejan secuelas tan terribles en las personas, en las comunidades. Hace mucho se venía pidiendo una comisión a nivel municipal. Indigna la hipocresía de leer que recién ahora van a empezar a ocuparse. Pero su vez, siento alegría porque hay lugar para la esperanza. Creo que mi papá se fue dejando un proyecto. Hoy otras personas lo retoman. Confío en toda esta gente que empuja por la vida. El dicho popular dice que yerba mala nunca muere. Yo creo que es al revés. Que una buena semilla crece contra todo pronóstico. Y esta verdad es esa semilla. Y va a ver la luz”.

FUENTE: La Vaca

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Por Francisco Pandolfi.

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