Covid-19, el gran descubridor

Desde su aparición recibió distintas denominaciones. Científicamente, se lo clasificó adecuadamente y su nombre abreviado es el conocido Covid-19. Según distintas ópticas, recibió sobrenombres, siempre ilustrativos de los intereses del que lo presenta. La OMS, recientemente, lo consideró como un asesino que vino a matar a millones de seres humanos y como responsable de una pérdida en las estimaciones del promedio de vida de la gente, que venía en ascenso en la última década. En Italia, por ejemplo, se demostró en análisis comparativos que se perdieron entre 10 y 10,5 años de vida por la prematura muerte del Covid-19 tanto en hombres como en mujeres. También se intentó muchas veces minimizarlo como “un bichito malo”, agente causal de una gripecita, asesino microscópico, el Enemigo invisible. Todos los nombres, en mayor o menor medida, reflejan su potencia letal, responsable de 4.373.758 infecciones que causaron en todo el mundo 294.323 muertes, cifras al promediar mayo 2020, que van en aumento.

Tan siniestro virus puede también ser considerado como “el gran descubridor”, el que vino a mostrarnos crudamente las realidades del mundo. La faceta útil de la pandemia. En efecto, al infectar poco y generar estragos en la salud de los humanos quedó a la vista el estado precario, deficiente y la incapacidad de los entes de salud, para enfrentar este desafío con la Salud Pública en el mundo, alterada y muy postergada por servir interés particulares. Pudo reconocerse que los programas de salud, en especial en las últimas dos décadas, registraron cambios centrados en la concepción neoliberal de la salud. La Salud como negocio, devaluando el significado trascendente de ser un Derecho humano esencial.

En 2008, “la Comisión Mundial de Determinantes Sociales de la Salud (WHO, 2009) presentó un conjunto significativo de evidencias, demostrando que los procesos sociales, económicos, y las inequidades en el poder y el acceso a recursos comunes y bienes públicos, impactan en los resultados de salud a nivel individual y a nivel colectivo”. Con el Consenso de Washington como guía, se decidió el programa “Invertir en Salud” (BM, 1993) promoviendo asistencialismo focalizado, autogestión hospitalaria, “Management care”, el desfinanciamiento de la salud pública por ajuste estructural y la pérdida de capacidades de los servicios públicos con mayor fragmentación e ineficiencia de los sistemas sanitarios. En el 2010, el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos señalaba: “El Estado se preocupó cada vez más por producir bienes privados desde el gobierno de la esfera pública entregando las pensiones a la capitalización individual de los bancos, la salud al complejo médico industrial farmacéutico-financiero y las protecciones sociales a las aseguradoras de riesgo.”

En las dos últimas décadas, otras epidemias virales pusieron en evidencia las falencias de los sistemas asistenciales. Se consideró que la salud de una población está en función de buenas medidas de salud pública y de condiciones socioeconómicas más que de avances biomédicos, pero ello no se cristalizó en hechos concretos para subsanarlo. Todos estos datos no son nuevos pero no fueron atendidos y siguieron adelante para ir junto a la más injusta y desigual centralización en pocas manos, ese tremendo 1 % que se queda con el 50% del PBI del mundo dejando el 50% restante para el 99% de la población mundial. Esa minoría, sólo preocupada por incrementar sus márgenes de ganancias que nunca fueron suficientes para derramar, tremenda falacia, réditos hacia a los que menos tienen. La profunda crisis social, económica y de salud que padecemos fue evidenciada de manera muy clara por el gran descubridor, el Corona virus, Covid- 19. La cara positiva del “asesino serial”.

Se dice que el Covid-19 es justo, ataca por igual a ricos que a pobres, a príncipes, jefes de gobierno, diputados, ministros, empresarios como a trabajadores del mundo todo. Pero éstos últimos se encuentran en muy diferentes condiciones que los primeros para afrontar la pandemia. Imposibilitados de hacer cuarentena con espacios reducidos de separación, con menores o casi ausentes recursos económicos, con millones de desocupados o con reducción de sus salarios por los efectos de la pandemia cuyas peores repercusiones son para los menos favorecidos, para las grandes mayorías. Qué no decir ante el incremento de contagios entre los habitantes de la villas miserias, carentes de los mínimos recursos básicos como agua, situación no visibilizada por el Jefe de la ciudad a la que denomina “población vulnerable”, tratando de ocultar, de reducir su irresponsabilidad e ineficacia. Actualmente nos preguntamos ante estas ostensibles evidencias qué pasará en el futuro próximo, en los tiempos de la post pandemia. De manera optimista se espera que nada sea igual, un no retorno a las políticas que han llevado a la tremenda indefensión en salud y al quebranto social y económico actual que hoy conmueve al mundo. Se considera que la opinión del mercado neoliberal está en retroceso y que estamos a la puerta de una mayor intervención de los estados en el diseño de políticas sociales, económicas y de salud. Pero más allá de diferencias políticas y de las diversas sociedades, lo que se espera de los líderes políticos del mundo es que trabajen desde ahora para un mundo menos desigual, con medidas más éticas y con profundo respeto por los derechos humanos.

FUENTE: Página 12
Por Ricardo Gené
Matricula Nacional 33418