Martha Nussbaum y el cultivo de la humanidad: el reto de la educación actual

Nussbaum considera que existe una crisis en el ámbito educativo en las sociedades democráticas, pues se ha desarrollado un modelo que tiene como objetivo el beneficio económico. Por este motivo, se dejan de lado determinados contenidos necesarios para la construcción de una ciudadanía democrática.
Martha Nussbaum


La filósofa Martha C. Nussbaum defiende, en su libro El cultivo de la humanidad. Una defensa clásica de la reforma en la educación liberal, la necesidad de hacer un hueco en la educación superior para el desarrollo de las habilidades que configuran la humanidad.

A lo largo de sus obras, Nussbaum se ha ocupado de un amplio rango de temas, desde la reflexión sobre las emociones hasta el análisis de los límites de la justicia. Podemos, en todo caso, encontrar un punto central que todas sus obras satisfacen: la voluntad de mejorar las condiciones de vida de las personas más desfavorecidas, a través de la articulación de una sociedad que sea más justa.

En este sentido, creemos que el marco dentro del cual se desarrolla su pensamiento viene marcado por su trabajo en lo referente la teoría de las capacidades.

El enfoque de las capacidades se presenta como una alternativa desde la que valorar la calidad de vida de los ciudadanos y ciudadanas de un país más allá de la referencia exclusiva al Producto Interior Bruto. La ley económica por la que se establece que a mayor renta y crecimiento económico encontramos una mayor calidad de vida, deja sin atender las desigualdades que pueden darse dentro del territorio, dejando de valorar, asimismo, cuestiones como las condiciones en las que se encuentran la sanidad o la educación.

Con el enfoque de las capacidades se evitan las consecuencias injustas que se derivan del cómputo realizado a partir del PIB. Este nuevo paradigma teórico surge de la pregunta sobre qué son capaces de hacer y de ser las personas. El análisis sobre las oportunidades que realmente tienen los individuos se convierte, así, en el centro de la reflexión en torno a la calidad de vida y la justicia social en cada país.

De la misma forma, la autora afirma que la educación actual también queda sometida a los principios de la razón económica. En efecto, es valorada con los mismos criterios que la economía y articulada para satisfacerlos. En este sentido, Nussbaum considera que existe una crisis en el ámbito educativo en las sociedades democráticas, pues se ha desarrollado un modelo que tiene como objetivo el beneficio económico. Por este motivo, se dejan de lado determinados contenidos que son necesarios para la construcción de una ciudadanía democrática.

Para cultivar la humanidad en el mundo actual se requieren tres habilidades: el examen crítico de uno mismo, el ideal del ciudadano del mundo y el desarrollo de la imaginación narrativa.

Nussbaum utiliza el término educación liberal para hacer referencia a un modelo educativo cuyo objetivo es el de cultivar al ser humano en su totalidad; esto es, un modelo educativo cuyo objetivo sea el de preparar a las personas para que puedan ejercer las funciones de la ciudadanía y de la vida en general.

Esta concepción se enlaza con la tradición que, en la línea clásica de Séneca, reivindica una educación “adecuada para la libertad”; una enseñanza que sirva para hacer ciudadanos libres no en virtud de su riqueza o su situación social, sino por ser dueños de su propia mente.

Atendiendo a este objetivo, así como a las características de la sociedad actual, Nussbaum se pregunta cuáles son las capacidades que necesita tener un buen ciudadano en la actualidad. La respuesta de la filósofa es que, debido al hecho que el mundo actual es multicultural y multinacional, los problemas que en él surgen requieren una solución que pase por el diálogo con personas muy diversas en todos los ámbitos.

En última instancia, consiste en reconocerse y reconocer a nuestros congéneres como seres humanos y actuar en consecuencia. Por tanto, se trata de conocer y desarrollar aquello que nos hace humanos; dicho de otra forma: practicar el cultivo de la humanidad.

Para cultivar la humanidad en el mundo actual, Nussbaum establece que se requieren tres habilidades: el examen crítico de uno mismo, el ideal del ciudadano del mundo y el desarrollo de la imaginación narrativa.

El examen crítico de uno mismo

Esta habilidad tiene su origen en Sócrates. Nussbaum presenta la razón socrática como la alternativa a la educación tradicional y, asimismo, como un instrumento capaz de promover el desarrollo de capacidades necesarias para la vida de los ciudadanos en un sistema democrático. La autora defiende, siguiendo a Sócrates, la democracia como un sistema que permite progresar hacia el conocimiento del bien común. En este sentido, todos los integrantes de la sociedad forman parte de este proceso y, por este motivo, es importante su educación.

El modelo a seguir es, pues, el de la “vida examinada” establecido por Sócrates y recogido por los estoicos, a través de los cuales llegamos a tener información al respecto de cómo se implementaron los principios de la educación socrática en la Antigüedad. La vida examinada consiste en el análisis crítico de las creencias que forman parte de nuestra concepción de la realidad, poniéndolas en orden y dándonos cuenta de su origen.

De esta manera el individuo puede hacer suyas sus creencias, aceptar sólo aquellas que realmente hayan sido analizadas y no dejarse llevar por lo establecido en base a la convención y la tradición.

El beneficio que el desarrollo de esta capacidad aporta a la ciudadanía democrática es más profundo de lo que a primera vista pueda parecer. La imagen utilizada por Sócrates en la Apología ―según lo muestra Platón―, representándose a sí mismo como un zángano que molesta a un gran caballo noble y perezoso, muestra la aportación más evidente que la razón socrática aporta a la democracia: la reflexión crítica y, en consecuencia, quien de ella se sirve, es el zángano que molesta al gran animal que pace serenamente.

El cuestionamiento de las convenciones siempre ha sido considerado incómodo y visto con recelo por aquellos que las defienden, de manera que alentar a ello comporta el riesgo de no ser apreciado por estos. Nadie mejor que Sócrates puede saber lo que esto implica. Ahora bien, la imagen que utiliza el ateniense se completa con un caballo noble y perezoso que representa a la democracia. Caracterizar al caballo como noble significa que se trata de algo bueno y valioso.

Así pues, las convenciones existentes no son necesariamente algo a desechar por completo, ya que suelen estar bien fundamentadas. El problema del caballo es su pereza, la pereza del pensamiento que se instala en las y los ciudadanos y hace que no analicen sus principios ni valoren posibles alternativas.

A pesar de que las creencias convencionales tengan como base una intuición válida, es necesario su revisión y análisis. La reflexión crítica al respecto abre preguntas vinculadas con sus principios y sus limitaciones que resultan de vital importancia para la vida en sociedad.

Ejemplo de ello son los dilemas con los que profesionales como los médicos, abogados, periodistas o profesores se encuentran en el desempeño de su profesión. Si estos profesionales no han llevado nunca a cabo una reflexión sistemática al respecto de lo que se entiende por justicia, lo que resulta correcto o lo que se puede considerar como bueno, las decisiones que tomen en su práctica diaria difícilmente serán coherentes, imparciales y bien fundamentadas.

Como ya sabemos, Sócrates inducía a sus interlocutores a la reflexión mediante el diálogo. A través de este tomaban conciencia de la debilidad de sus razones en relación a su posicionamiento y a lo largo de la conversación su posición iba cambiando a una mejor fundamentada.

Este modo de proceder nos muestra una importante intuición que reside en el pensamiento socrático, a saber, el hecho de que es posible progresar en relación a la búsqueda de la verdad ética. Progreso que es posible mediante la exigencia de razones buenas y coherentes, las cuales se convierten en el instrumento de validación de cualquier creencia y posterior práctica. Pues bien, en el caso de la práctica política el fin al que esta se dirige es el establecimiento del bien común; para lo cual es necesario el mismo elemento en el que estamos insistiendo: el razonamiento.

El ideal de ciudadano del mundo

El cultivo de la humanidad requiere reconocer y practicar aquello que nos hace humanos. En este sentido, se presenta como necesaria la aceptación por parte de cada individuo de su pertenencia a una totalidad que trasciende el grupo particular o la región a la que se pertenece; totalidad en la que los vínculos entre sus miembros se articulan a través de lazos de reconocimiento y preocupación.

El fenómeno de la globalización es contemporáneo y, a primera vista, sería la causa más obvia de la necesidad de promover el ideal de ciudadano del mundo, basándose en la importancia de gestionar con las mejores condiciones posibles las dificultades que afloran en un mundo globalizado.

A pesar del reconocimiento de este hecho, Nussbaum articula la defensa de este ideal desde el pensamiento de la Antigüedad griega, mostrando que los planteamientos teóricos propios de las primeras reflexiones filosóficas de la cultura occidental sobre la diversidad cultural continúan siendo válidos en la actualidad.

El concepto de ciudadano del mundo, kosmopolités, fue utilizado por primera vez por Diógenes, quién siguió la estela de Sócrates en lo referente a la necesidad de hacer que sus compatriotas reflexionaran y dieran buenas razones; en este caso, en relación a sus costumbres.

Con su modo de vida, Diógenes el Cínico muestra la necesidad de trascender las formas de vida particulares para poder llegar a lo que hay de universal en los seres humanos. Poniendo de relieve así la necesidad de valorar el origen de nuestros juicios, atendiendo a si estos tienen su base en la convención o se los puede relacionar, mediante un argumento sólido, con lo que es lo bueno para los seres humanos. Así pues, el verdadero fundamento de la asociación humana debe ser este y no aquello que viene establecido por la convención o la mera costumbre.

El legado de Diógenes, para la filosofía occidental, consiste en mostrar el deber de analizar las convenciones y formas de vida locales a la luz de lo general, que es compartido por todos los humanos.

El cultivo de la humanidad se presenta para la autora como un reto que implica la ética y la política.

Los filósofos estoicos, por su parte, recogieron la idea del kosmou polités y la dotaron de fundamento teórico sólido. La concepción estoica del ser humano entiende a este como miembro de dos comunidades diferentes: una accidental y otra necesaria. La primera es aquella que le viene dada por la peculiaridad del lugar donde ha nacido, mientras que la segunda responde a lo que los individuos comparten de manera universal. La fuente a partir de la cual es posible articular una comunidad moral universal es esta última, ya que se trata de la expresión de la humanidad.

Lejos de comportar el rechazo a las formas de vida particulares, los estoicos reconocen así como un rasgo universalmente compartido el amor a lo propio y conceden al conocimiento de lo local la condición de elemento necesario para llegar a ser ciudadano del mundo. Según los estoicos, el conocimiento de las formas de vida locales permite aceptar el sitio que nos corresponde dentro de la comunidad en la que hemos nacido y cumplir con las obligaciones que se nos demandan desde ella.

Al mismo tiempo, esta práctica posibilita reconocer que formamos parte de una comunidad más grande que esta, la cual viene caracterizada por la razón y la capacidad moral, aceptando así la existencia de la dignidad de la humanidad en cada persona.

La promoción del ideal de ciudadano del mundo tiene una vinculación muy estrecha con el mundo actual. El desarrollo de este ideal permite a los ciudadanos no solo aceptarse como parte de una colectividad mayor a la local, sino también ser conscientes de la pluralidad de formas en las que lo universal puede manifestarse.

La imaginación narrativa es la habilidad necesaria para poder comprender al otro, entender sus opiniones, sus intereses, sus deseos. Por tanto, es un requisito necesario para ser ciudadano del mundo. El instrumento fundamental para desarrollarla no es otro que la literatura.

Nussbaum nos muestra, así, cómo a través de los cuentos infantiles los niños y niñas se van dotando de la imaginación narrativa, y es gracias a ello que se produce el conocimiento de sentimientos y emociones cada vez más complejos.

Así pues, la imaginación narrativa es la habilidad que está a la base de la interacción moral.

La autora expone la capacidad que tienen las obras literarias para conseguir que el lector o el espectador ―en el caso de las tragedias griegas― se identifiquen con personajes que son muy distantes a él a nivel social, cultural, étnico o de género. A través de ellas, se hace posible captar la humanidad que hay en ellos y que se manifiesta a pesar de condiciones y circunstancias que son completamente diferentes a las del lector. A la vez, esta experiencia hace que se reconozca lo que hay de diferente en el otro.

En esta línea, la autora hace énfasis en la capacidad de la literatura y del arte para transmitir la voz de los excluidos y, al tiempo, para enfrentarnos a aquello que se nos presenta como extraño y aterrador. Por tanto, existe en ella un componente crítico, ya que nos hace cuestionar nuestra propia forma de vida.

En definitiva, Nussbaum considera la literatura como un aprendizaje que abarca a la vez lo similar y lo diferente. Y para la autora este aprendizaje es el primer paso para conseguir la justicia social.

Así pues, vemos que el cultivo de la humanidad se presenta para la autora como un reto que implica la ética y la política, ya que el desarrollo de las habilidades que integran la humanidad tienen su fundamento en una concepción de la vida buena a nivel individual y colectivo.

Además, este proceso constituye la herramienta capaz de evitar que las futuras generaciones se conviertan en máquinas utilitarias, incapaces de tener una mirada crítica sobre las tradiciones o de empatizar y confraternizar con sus congéneres, así como de comprender la importancia de los logros y los sufrimientos ajenos.

  • Natatxa Mahiques Espasa es coautora del libro Filósofas. Del olvido a la memoria, coordinado por Nieves Soriano y Sergi Ferreres (Editorial Diálogo, 2020).

Martha Nussbaum WIKIMEDIA COMMONS
Natatxa Mahiques Espasa
Profesora de Filosofía

Fuente: elsaltodiario.com

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