Ambientalistas,  pero no tanto…

La cuerda se tensa y los grises se diluyen, los discursos sobre sustentabilidad suenan cada vez menos a protección y más a destrucción limitada.

En la última semana de Septiembre después de avisos y clausuras, el CAPI ( Consejo Asesor Permanente Isleño) a través de la Dirección del Plan de manejo del Delta con el apoyo de la fuerza pública del Municipio. Realizó  un operativo para desalojar y desmantelar construcciones ilegales en el arroyo Anguilas ubicado en Latitud: -34.425      Longitud: -58.5167 del Delta de Tigre. 

En esa zona declarada  de protección ambiental   se armó un negocio clandestino de loteos de más de 400 terrenos que se vendían en el orden de los mil dólares cada uno;

detrás de esa maniobra ilegal e intrusiva  hay abogados,  ingenieros, secretarios de jueces, policías y  prefectos, no isleños ancestrales. 

El operativo fue contundente, se desmantelaron muelles y bases de lo que serían construcciones VIP sobre el  humedal.  Un intento de desarrollo inmobiliario disfrazado de ocupación por carencia habitacional.  

De inmediato el grupo ocupante ducho en el manejo de las redes y construcción de un discurso hipócrita y manipulador,  salieron a denunciar  violencia y atropello sobre sus humanidades y derechos de propiedad. Supuestos derechos  basados en documentación alterada y amparados sobre una extraña formula de transferencia de herencia ancestral.  

Bien hasta allí un escueto relato de los hechos  y dejo a salvo excepciones minoritarias que quizás no encuadren con la caracterización global que realizo y  está documentada de la toma;  que por otra parte bajo la misma modalidad se repite en otras latitudes del Delta.  

Esta acción con pocos precedentes en defensa de los ecosistemas de gran valor ambiental  y biológico  sacudió muchas conciencias, videos donde las moto sierras derribaban plataformas, gente gritando y exigiendo derechos, una puesta en escena que logró darle dramatismo  al operativo para confundir y ganar adeptos que ingenuamente se sumaran a un repudio irrelevante, pero que paradójicamente creó algunas mínimas grietas entre los ambientalistas.

Pocas, pero sorprendentes voces de este lado de la línea condenaron la violencia y  hasta hablaron de violación de derechos humanos. 
 Nada de esto sucedió en el operativo mencionado, pero sirve como referencia porque quizás en el futuro si se den  situaciones  violentas y confortativas de una escala hasta hoy no dimensionada.

 
Es importante cuando abrazamos la lucha en defensa del medio ambiente y militamos contra los responsables primarios del cambio climático, ser consientes de que esta lucha no se manifestará sólo a través  de buenos discursos o elaboradas gacetillas con coloridos flyers.  

Sólo basta  recordar los ecologistas asesinados en otros territorios por su inclaudicable lucha para frenar la destrucción ambiental.  

La cuerda se tensa y los grises se diluyen, los discursos sobre sustentabilidad suenan cada vez menos a protección y más a destrucción limitada.

Muchos piden la Ley de humedales y unos pocos con bolsillos grandes lograron abortarla hasta hoy. Quizás cada vez queden menos palabras, quizás debamos dejar de hablar de derechos humanos sobre la naturaleza y hablar de derechos de la naturaleza.

En este reflujo de creciente ambientalismo hay orgas que crean minuciosos estatutos y sistemas de organización que se devoran a sí mismos, pero les tiemblan las piernas cuando suena el escarmiento.

 
 Defensa o claudicación, no hay nada más en el medio. El ambientalismo y el ecologismo, la política que sin disfraz esté por un cambio de paradigma ambiental y  social productivo debe ser “revolucionaria” y,  esta palabra no es antigua; porque mover las bases de un sistema global que nos lleva a la extinción  no es una tarea moderada.


Operativos como el realizado por el CAPI deberían repetirse en cientos de espacios naturales que hoy son antropizados, degradados  con fines de apropiación para gestión de negocios o por la expansión urbana descontrolada . 


Estamos dando los primeros pasos de una lucha que nos impondrá la toma de decisiones extremas, desconsumo, natalidad, limitaciones que parecerán autoritarias  pero es imperioso pensar.  

¿Cuánto tiempo tenemos?

¿Podremos reeducar , generar un consenso global antes de pisar el umbral desde donde no hay retorno?.

Nuestra subjetividad se verá impactada por los hechos, la pandemia nos está dando una pista de como puede ser el mundo cuando no consideramos al planeta.  

Es hora de nuevos liderazgos, hora de una nueva camada de militantes consecuentes y preparados para la conflictividad.

 
En las redes estamos seguros, pero cuando pisemos el barro,  los ataques del privilegio destructivista no se manifestarán en forma de iconos…

FUENTE: Periodismo Ecológico

Por Daniel Bracamonte

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