A 33 años del divorcio vincular

La ley que dividió a los argentinos

Entró en vigencia el 12 de junio de 1987 con su publicación en el Boletín Oficial y permitió darle un marco legal a la unión que tenían unos 2.500.000 de argentinos que habían estado casados anteriormente. Pero su tratamiento generó un enfrentamiento que dividió no solo al arco político sino también a la sociedad y a la misma Iglesia Católica.

Una de las canciones más escuchadas en 1986 fue “Casémonos vía México” del grupo Sueter. El tema integraba el disco 20 caras bonitas que produjo el año anterior Charly García y llevó a las discos de moda un tema del que hablaba la calle: el debate sobre el divorcio en la Argentina que culminó con la publicación de la ley 23.515 en el Boletín Oficial el 12 de junio de 1987. “No, no puedo casarme con vos// Porque ay, yo ya estoy casado// Y no existe separación legal.// Casémonos vía México,// Casémonos vía México, Paraguay”, decía la letra de aquel tema firmado por Miguel Zabaleta dando cuenta de una situación que afectaba por entonces a más de 2 millones de personas que vivían en pareja sin posibilidades de legalizar su unión.

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Recordamos la Ley 23.515 que, luego de varios reclamos sociales, habilitó la separación legal de los cónyuges y la posibilidad de volverse a casar.

No es extraño entonces que desde que comenzó la democracia entrasen al Congreso varios proyecto destinados a darles un marco legal a esas parejas. Pero la que prosperó y pasó a la historia fue la del diputado radical José Bielicki. Desde Mar del Plata donde cumple la cuarentena, el gestor de aquella norma lo recuerda de esta manera: “Durante la campaña electoral hubo partidos que proponían el divorcio. La UCR no porque Don Hipólito Yrigoyen se había opuesto. Pero yo les explicaba a los correligionarios que las cosas habían cambiado y que había que contemplar la situación de mucha gente que no podía ir a casarse a Montevideo o a Paraguay, como era costumbre de la época”.

Antes de presentar el proyecto en el Congreso, Bielicki decidió advertírselo a un hombre de la Iglesia Católica con quien mantenía amistad: Justo Oscar Laguna, el obispo de Morón. “Le expliqué que era nuestra responsabilidad política como legisladores darle una solución a 2.500.000 de argentinos que vivían juntos sin poder casarse y le pedí que no transformasen el tema en una guerra santa”, recuerda.

El obispo de Morón se mostró conciliador. Incluso en una entrevista que a propósito del debate sobre el divorcio le hizo el periodista Bernardo Neustad: “El divorcio es un mal, pero es un mal para los católicos, y no podemos imponer en una sociedad plural una ley que toca a los católicos. Son los católicos los que tienen que cumplirla y no el resto”.

Pero otros no se mostraron tan contemplativos. Algunos obispos amenazaron a los legisladores con negarles la comunión. Mientras Diputados discutía el tema el 5 de julio de 1986 se realizó la marcha con el lema «la familia es garantía y esperanza en nuestra patria», desde Luján a Plaza de Mayo. Esta movilización fue apoyada por la Ucedé, Partido Unión Popular y el MID, sectores ortodoxos del peronismo, y del sindical. El principal organizador fue el obispo de Mercedes y presidente de la Secretaría para la Familia de la Conferencia Episcopal Argentina, Emilio Ogñenovich que ya había advertido: “Sepan, cuando pretenden atentar contra el matrimonio y la familia, que sobran corazones valientes, sobran católicos con capacidad de héroes para defender lo que es pilar básico de la sociedad argentina: la familia y el matrimonio. No tenemos cañones, ni balas, ni ejércitos, pero tenemos la voz firme, las convicciones profundas”.

Aquella movilización fue presidida por la imagen de la Virgen de Luján traída desde la basílica y sumó fieles que llegaron en micro desde los más diversos lugares del país ya que la convocatoria se replicó en parroquias, capillas y colegios católicos. “Por entonces yo estudiaba Derecho en la Universidad Católica argentina y nos invitaron con gran énfasis para que fuésemos. La postura de la universidad era claramente en contra de aquel proyecto, aunque no tenían en cuenta que buscaba darle un marco de legalidad a una situación que ya existía”, cuenta Carlos Nahas, abogado y especialista en Derecho de Familia.

“Unas 40.000 personas se concentraron el pasado sábado en la plaza de Mayo, de Buenos Aires, frente a la catedral Metropolitana, convocadas por la iglesia Católica argentina, en defensa de la institución familiar y en contra del proyecto de la ley de divorcio presentada en el Congreso por el Gobierno radical. Dentro del programa electoral de la Unión Cívica Radical, en el Gobierno, figuraba esta necesidad de una población -al menos, la urbana- abiertamente divorcista. La clase media y la aristocracia económica del país contraen mayoritariamente matrimonio canónico, pero no dudan en formar nuevas parejas mediante matrimonios civiles en Uruguay, Paraguay, México o Chile, países donde está establecido el divorcio. Los diarios porteños publican habitualmente anuncios de empresas especializadas en matrimonios rápidos y por poderes en otra nación, tal como el contraído por Jorge Luis Borges y María Kodama un mes antes de la muerte del escritor en Suiza”, relató por entonces el corresponsal del diario El País de España, Martín Prieto.

La misma polarización que dividió a la Iglesia y a la sociedad en torno del tema se registraba en el ambiente político dentro y fuera del Parlamento. Entre los opositores acérrimos estaban el senador Vicente Leónidas Saadi y el, por entonces gobernador de La Rioja, Carlos Saúl Menem. «El vínculo matrimonial no puede ser sino perpetuo. Hablar de un vínculo disoluble o revocable es sencillamente imposible. Llevo casi 42 años de matrimonio y no me arrepiento. Si tuviera que casarme de nuevo, buscaría a la misma mujer», argumentó el catamarqueño. El también peronista Arturo Jiménez Montilla definió al divorcio como el “cáncer de la sociedad”. Alberto Medina (Bloque 17 de Octubre, Buenos Aires) recurrió a las estadísticas: «El divorcio, entre otras cosas, aumenta la delincuencia juvenil, como lo demuestran los estudios efectuados en los Estados Unidos, donde el 90 por ciento de los delincuentes juveniles son hijos de padres divorciados». Dijo, aunque no supo mostrar de dónde salían los números.

Un fragmento del debate parlamentario

“Soy católico apostólico romano, y mi vínculo sacramental es indisoluble, pero mi dogma de fe no me condena y esta disposición que estamos a punto de sancionar no es herética ni apostática, ni se contradice con la banca a la que accedí por la vía del juramento por Dios y los Santos Evangelios”, contraatacó el radical santafesino Carlos Spina, uno de los adalides de la discusión en Diputados junto a Florentina Gómez Miranda.. “Llegaron a decirnos que estábamos legislando para nosotros, porque nos queríamos volver a casar ya que éramos divorciados. A mí que llevo 60 años casados con la misma mujer”, se divierte Bielicki.

Otro fragmento del debate

Finalmente, el 6 de mayo de 1987 se inició el esperado debate en el Senado. Entre quienes apoyaban el divorcio, los argumentos se centraron en la necesidad de resolver Pero el 19 de agosto de 1986 la cámara aprobó la iniciativa En la votación hubo 177 votos a favor y 35 en contra. y diez meses más tarde el Senado también le dio su aval. En ese lapso sucedió el levantamiento de Semana Santa y las preocupaciones de la sociedad pasaron a otro terreno. Finalmente el 3 de junio de 1987 que el Congreso de la Nación aprobó la ley 23.515 que permitió a los divorciados volver a contraer matrimonio. La norma entró en vigencia el 12 de junio, con su publicación en el Boletín Oficial.

“Nos decían que íbamos a provocar un boom de divorcios, pero, en realidad provocamos un boom de casamientos, de la gente que no había podido casarse”, recuerda el gestor del proyecto y no se asombra de que en la actualidad exista el trámite abreviado conocido como “divorcio exprés” y que durante la cuarentena se hayan realizado divorcios vía Zoom. “Nosotros sabíamos que teníamos que legislar. Después, la jurisprudencia iba hacer avanzar el tema”.

FUENTE: Télam
Por Eva Marabotto