Congelar óvulos: entre el deseo, el marketing y el paso del tiempo

En los últimos dos años las consultas para preservar la fertilidad a futuro aumentaron en un 60% en Argentina. El tratamiento no es para todes: vale 2000 dólares más 300 de mantenimiento anual. Testimonios de personas gestantes hablan de información poco clara y efectos en la salud mental de los que poco se habla.

Arte: Jael Diaz Vila

Melisa tiene 32 años y para ella la maternidad es algo que fue mutando. “En mis veintis el deseo surgió en algunos momentos como una idea romántica, poco concreta y plasmada desde el dejar algo que me trascienda. Ahora lo pienso como algo real en el futuro”, dice a Cosecha Roja. Cuando una madre conocida le dijo que si decide congelar óvulos le conviene hacerlo pronto para que “sirvan”, se quedó helada.

“¿Y si tus óvulos ya no funcionan? ¿Y si no hay suficientes? ¿Ya te hiciste los análisis para contar cuántos tenés? No sos madre ahora, pero… ¿vas a poder serlo? Algo que siento en estos diálogos es la presión del tiempo. Siento que se nos termina el tiempo”, cuenta y la certeza que tiene hasta ahora es que, a pesar de los avances de la ciencia, hoy no congelaría óvulos.

“En un momento, cuando supe de la opción lo contemplé. Pero investigando y escuchando algunos testimonios, sentí que, al menos para mí, no es una opción viable o necesaria ahora”, agrega.

¿Tener hijes o no tenerles? ¿Y si está el deseo pero no es el momento? Hablar de maternidades es cada vez más complejo y en el camino se desnudan miedos, dudas y contradicciones profundas.

La criopreservación de óvulos aparece entonces como una herramienta de planificación familiar que, teniendo en cuenta las posibilidades biológicas y económicas de cada persona, pretende resguardar una de las tantas formas de maternar.

En Estados Unidos casi el 40 por ciento de las empresas con más de 500 empleades ofrecen congelar óvulos como parte de los paquetes de beneficios corporativos. “Hay algo ahí que me choca, es un tanto siniestro. Como si una mujer tuviera que delegar -si lo tiene- su deseo de maternidad porque a la empresa no le conviene”, opina Melisa.

En Argentina desde el inicio de la pandemia las consultas aumentaron en un 60 por ciento. En promedio, un tratamiento tiene un valor de 2000 dólares. Pasado el primer año el costo de mantenimiento anual es de 300 dólares. Al no estar contemplado en la Ley de Fertilidad Asistida, las obras sociales sólo lo cubren si la salud reproductiva se ve afectada por alguna patología.

¿Es tan así? ¿Congelar óvulos hoy garantiza un embarazo mañana?

“Las principales dudas que atendemos vienen de la publicidad engañosa porque al congelar óvulos se cree que se está criopreservado la maternidad a futuro y no es así. Lo que se hace es criopreservar una chance a futuro, pero nunca hay certezas”, dice Ignacio Moreno, especialista en Embriología Clínica y Director del Laboratorio del Instituto Colabianchi de Rosario.

Para les pacientes el proceso tiene tres pasos: una primera evaluación de la función y reserva ovárica mediante ecografías y perfiles hormonales, una instancia de estimulación con la aplicación de inyecciones subcutáneas durante 10-12 días para aumentar la cantidad de folículos, y una aspiración folicular en quirófano para extraer los óvulos que serán vitrificados.

La aspiración dura 20 minutos y se hace bajo sedación general. La médica o el médico punza los folículos ováricos con una aguja por vía transvaginal y recolecta el líquido folicular que es enviado al laboratorio. Ahí separan los óvulos, los dejan 2 horas más en una incubadora para que terminen de madurar y les sacan una capa de células que los protegen. Después, los óvulos maduros son tratados con sustancias crioprotectoras y se hace la deshidratación de las células de manera rápida y a una temperatura de -196 grados centígrados.

Una vez cumplido el protocolo de congelamiento, los óvulos quedan sumergidos en nitrógeno líquido hasta que la persona gestante decida usarlos.

“Es importante resaltar que congelar óvulos tienen una tasa de sobrevida del 85 por ciento y que no todos los óvulos sobreviven el descongelamiento. Para mantener una buena chance de embarazo una mujer de 35 años o menos debe congelar al menos entre 8 y 10 óvulos. Con el paso del tiempo ese número va aumentando”, añade Moreno.

¿Qué le pasa a un cuerpo con capacidad de gestar? ¿Es cierto que cuando hablamos de fertilidad estamos a contrarreloj?

Romina Pesce es especialista en Medicina Reproductiva y Jefa del Área de Fertilidad del Hospital Italiano. A diario trata pacientes que deciden postergar la maternidad, ya sea por deseo personal o por enfermedad. Explica que nacemos con una cantidad de óvulos finita y a medida que pasa el tiempo este número va reduciéndose en cantidad y calidad. “La calidad de los óvulos tiene que ver con la capacidad de generar un embarazo competente, sano y con posibilidad de vida extrauterina”, dice.

La dificultad para concebir de manera natural comienza a presentarse después de los 35 años y se acentúa después de los 37. A partir de los 40 es cuando es más significativa.

Conocer la reserva ovárica es una herramienta de pronóstico para descartar situaciones extremas (como, por ejemplo, cuadros de menopausia precoz) y diseñar tratamientos concretos para cada paciente según su edad y su cuadro clínico. Pero, aclara Pesce, no se puede predecir cómo va a ser la fertilidad a futuro.

Expectativa vs. realidad

Sabrina tuvo inquietud por ser madre a los 35 años. No siente presión social en relación a la maternidad y celebra que se visibilicen otras realidades por fuera del relato de la familia tradicional y heteronormada.

A sus 37 se sometió a dos tratamientos para congelar óvulos. Las dos veces estuvo lejos de tener el apoyo y la contención que necesitaba. Se encontró con un lado B de la medicina muy cruel y para nada empático. “La información es muy escueta, la comunicación muy fría y al momento de la devolución de resultados si no sale como lo esperado la respuesta es tu cuerpo dio esa cantidad”, cuenta a Cosecha Roja.

“El tratamiento es muy costoso y las dos veces lo viví como un aprovechamiento ante una situación de vulnerabilidad. Una va con todas sus expectativas y deseos, y del otro lado están más preocupados por cobrar el tratamiento y ‘que pase la que sigue’ que por brindar una atención acorde al tratamiento”, añade.

La primera consulta médica es un momento clave para ahondar en los detalles del procedimiento, ajustar expectativas y entender sus complicaciones potenciales.

“Es responsabilidad médica informar que este tratamiento no es una garantía de un embarazo posterior y que no está cubierto por las obras sociales. Sin embargo, es la mejor alternativa disponible para el no deseo de embarazo en ese momento”, aclara Pesce.

Congelar óvulos es poner el cuerpo y, en muchos casos, implica atravesar el proceso en soledad. Pero, ¿qué pasa con nuestra salud mental? ¿Hablamos lo suficiente de la carga emocional que supone exponerse a un tratamiento de criopreservación?

Antes de congelar la ilustradora y artista visual Pepita Sandwich hizo una investigación extensa sobre los efectos físicos del tratamiento, pero no tuvo en cuenta la dimensión emocional que entraba en juego.

“Me embarqué en el proceso pensando que iba a ser exitoso por los ejemplos que tenía a mi alrededor y por los incentivos de los médicos, pero nunca me hablaron de la opción de que el tratamiento no funcione. Me hubiese gustado tener más apoyo emocional del equipo médico”, dice.

Pepita vive en Nueva York con su pareja y decidió criopreservar óvulos cuando cumplió 35 años al no tener una decisión tomada sobre la maternidad. Por un tema de costos, realizó el tratamiento en Argentina. “Cuando pienso en ser madre dudo bastante. Siento que es algo que me encantaría descubrir pero si lo pienso pragmáticamente no me parece una gran idea”, comenta.

Al principio se sintió empoderada porque tenía la sensación de estar atravesando un salto hacia el futuro con respecto a su decisión reproductiva de postergar la maternidad. Pero a medida que iba pasando el tiempo empezó a compararse con sus amigas y se puso una meta de óvulos maduros que quería congelar.

“Cuando pregunté me dijeron que veían 8 folículos, 4 en cada ovario. Entonces pensé: si hay 8 folículos debe haber 8 óvulos maduros adentro. No sabía que cada folículo puede estar vacío o puede haber un óvulo inmaduro”.

Durante los controles les profesionales no le daban demasiada información sobre el avance del tratamiento. Antes de entrar al quirófano para la aspiración folicular tenía la idea del fracaso en la cabeza. Le dijo al médico que no creía que fuese a encontrar óvulos maduros para vitrificar. Cuando despertó le dijeron que solamente habían podido sacarle 3 óvulos maduros.

“Fue una decepción, un sentimiento negativo con mi cuerpo porque no había logrado producir los suficientes óvulos maduros para que el tratamiento fuera un éxito. Me di cuenta que el congelamiento de óvulos está en boca de muchos médicos pero no se habla del fracaso. Se ve como una solución mágica cuando tiene otros aspectos psicológicos a tener en cuenta. Durante mi recuperación me perdoné a mi misma Pero sí siento que tendría que haber estado más preparada para un resultado negativo”, explica.

A partir de contar su experiencia en un ensayo visual publicado en el suplemento feminista “The Lily” del Washington Post recibió decenas de mensajes de mujeres que pasaron por lo mismo. “Tuve miedo de escribirlo porque sentía que me estaba exponiendo a ser la única a la que le había pasado esto y ser un fracaso”.

¿Nuevo mandato?

Sol siempre supo que no quería ser madre y ha tenido problemas con ex parejas por ese motivo. “Traer una persona al mundo implica no sólo un compromiso económico sino la responsabilidad de darle amor y cuidados de forma permanente, algo que muchas veces parecería no considerarse; incluso en ese deseo de maternar o paternar”, dice.

No cree en “maternidades color de rosa” y tampoco tuvo referencias de ese estilo en su hogar. “Vengo de una familia de maternidades sin una adecuada alimentación ni controles médicos ni licencias de trabajo. Más bien todo lo contrario. Maternidades sin descansos, sin derechos, sin cuidados”, dice.

A ella la práctica de congelar óvulos le genera sospecha y lo ve como un negocio de una industria que no tiene en cuenta las subjetividades de quienes gestan y que excluye las políticas de cuidado.

“Ejercen una presión muy grande sobre las emociones y las economías de las mujeres sabiendo que no todas van a poder acceder a un tratamiento de este costo, que determina la economía de quien quizás no tiene una decisión tomada pero siente que debe apurarse. Ya no basta con la amenaza del reloj biológico, ahora dan golpes bajos en lo emocional y en lo económico”, opina.

Hoy llegar a los 30 es mucho más que cambiar de década y dar vuelta la página: implica hacernos preguntas incómodas, tomar decisiones complejas y atajar las presiones y cuestionamientos externos.

“Tengo varias amigas que están siendo madres y aunque nadie me lo dice directamente crecí en un entorno donde se sigue todo al pie del reloj y cuando una no sigue en esa aparece la presión interna que es peor”, cuenta Daiana quien tiene el deseo de ser madre, pero tiene miedo de que el fantasma del reloj biológico no le permita concretarlo.

“Me estuve asesorando con mi ginecóloga y quiero congelar porque por lo que me informé, no es lo mismo intentar ser madre con un óvulo de los 31, 32 años que con óvulos de 40”, agrega.

“El mandato de maternidad es tan fuerte que muchas ni siquiera nos dábamos cuenta de que podíamos preguntarnos si queríamos maternar o no. ¿No hay acaso madres que se arrepienten de serlo? ¿Qué pasa con las que tienen el deseo de no ser madres?”, se preguntan desde el proyecto feminista Mujeres que no fueron tapa. Desde que lanzaron la campaña #HermanaSoltaElReloj reciben miles de testimonios de personas contando sus experiencias vinculadas con la maternidad.

“29 años sin hijos, todos te dicen apúrate que se te va el reloj. ¿Qué reloj ?”, dice una usuaria. “Me recomendaron congelar óvulos porque me iba a arrepentir. ¿Qué saben si puedo o no pagar un tratamiento, si tengo el dinero para mantener una cuota de congelación o si puedo mantener económicamente a un chico?”, menciona otra.

¿Congelar o no congelar? ¿Desafiamos mandatos o nos persiguen las mismas viejas exigencias? Mientras los debates y las transformaciones socioculturales nos hacen repensarnos, la maternidad sigue siendo un misterio y cada une tiene derecho a decidir qué camino tomar.

Carla Gago
Es periodista freelance especializada en ambiente, género y derechos humanos. Vive en Buenos Aires, Argentina y colabora con medios regionales e internacionales. En 2020 fue becada por Cosecha Roja y el “Independent Journalism” de Open Society Foundation para la formación de periodistas de América Latina en el uso de nuevas herramientas digitales.

FUENTE: Cosecha Roja

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