El debate que se viene, cuando las fórmulas anti covid pasen la etapa experimental
Las vacunas para combatir la pandemia fueron desarrolladas en tiempo récord y en el presente se ubican como las principales tecnologías para recobrar esa ansiada “normalidad” que el mundo perdió a comienzos de 2020. La seguridad y efectividad de todas las fórmulas vacunales que se aplican a la fecha resultan muy adecuadas. El éxito en prevenir contagios, hospitalizaciones y muertes por covid está a la vista: del otro lado del Atlántico, algunas naciones ya han levantado las restricciones, el virus circula menos y los fallecimientos disminuyeron de forma considerable.
No obstante, el nudo no está resuelto: la reticencia en la vacunación (en EEUU, por ejemplo, algunos Estados solo han logrado inocular al 40 por ciento de sus ciudadanos), a pesar de la disponibilidad de dosis, vuelve difícil el objetivo del rebaño en países centrales. Mientras haya población susceptible de contraer el virus, la emergencia de nuevas variantes más transmisibles y letales continúa vigente.
Un asunto clave que se discute en el escenario internacional es cuándo la vacunación contra la covid se volverá obligatoria. “En Argentina tenemos una Ley de vacunas que se sancionó hace poco y que reemplazó a la anterior que provenía de la dictadura. Uno de los ejes fundamentales es que, en casos de pandemia y otras situaciones en las que se encuentra un claro peligro por la propagación de enfermedades contagiosas, es que el interés colectivo está por encima del interés individual. Es un principio general que me parece muy importante tenerlo como base y como horizonte”, explica Ignacio Maglio, abogado y miembro del Consejo Directivo de la Red Bioética de UNESCO.
“Argentina posee antecedentes de buena cobertura de vacunación; de hecho es obligatoria para que los chicos puedan ingresar al colegio. Que hoy la vacuna contra la covid no tenga ese carácter solo obedece a una cuestión de tiempo, relacionada con la vigilancia luego de la aplicación a grandes poblaciones. Por lo que se vio hasta ahora, fueron muy poquitos los casos de reacciones adversas, pero es una discusión que hay que dar. Todas las personas que no presentan contraindicaciones deberían inmunizarse de forma obligatoria”, apunta Ezequiel Monteverde, médico pediatra intensivista y director científico de la Fundación Trauma.
La vacunación, en esta línea, se ubica como un evento complejo que debe ser abordado desde diferentes vértices. Desde esta perspectiva, Maglio ofrece una mirada integral: “Hay que sumar evidencia científica, técnica, valoraciones morales y sentidos políticos. Se acaba de publicar en Europa: hoy sabemos que más del 83 por ciento de las personas que requieren internación y asistencia en terapia intensiva no habían sido vacunadas. Las vacunas previenen el desarrollo de una enfermedad grave y la muerte por covid de una forma contundente”, señala. Y continúa con su razonamiento: “Entonces, cuando se tienen pruebas tan claras, las interpretaciones morales y jurídicas no deberían dar espacio a dudas. Deberían promoverse formas que conduzcan progresivamente a la obligatoriedad de la vacunación”. El pasaporte covid que el 1° de julio puso en vigencia la Unión Europea marcha en este sentido: con el objetivo de agilizar la circulación de los ciudadanos de la UE solo podrán obtenerlo aquellos que estén vacunados, los que hayan tenido de manera reciente covid y puedan comprobarlo, o bien, aquellos que no tienen el virus y también porten un diagnóstico PCR.
Sin embargo, antes de establecer la obligatoriedad de la vacunación, hay etapas previas que deben transitarse.
“Por ahora la vacunación es optativa porque las vacunas, hasta el momento, fueron autorizadas de emergencia. La inmunización debería ser obligatoria, una vez que las tecnologías cuenten con la aprobación definitiva porque de esa manera se puede asegurar que los estudios han concluido. Una vez que ello ocurra las de covid pasarán a formar parte del calendario obligatorio”
Florencia Bruggesser
Plantea Florencia Bruggesser, médica infectóloga (UBA), especialista en vigilancia epidemiológica y miembro de Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología (SAVE). Después continúa con una proyección: “Cuando dispongan de la aprobación definitiva se generará un efecto de mayor confianza en la población y, a partir de ese momento, los gobiernos podrán definir qué grupos poblacionales deberían recibirla anualmente de forma obligatoria. Para 2022 puede que todas las personas deban dársela nuevamente, pero ello dependerá un poco de lo que ocurra ahora y de la disponibilidad de dosis que haya en el futuro”, sostiene.
Por convicción o por incentivos
“La pandemia ya nos dejó dos principios como lecciones: la solidaridad y la confianza. La vacuna es un hecho individual que redunda en un beneficio colectivo. En la medida en que yo me cuido, necesariamente cuido al resto; debemos ver cómo instalar en la sociedad esa concepción de necesidad de una perspectiva solidaria”, propone Maglio. ¿Cómo se lleva a cabo? Puede ser por convicción, o bien, por incentivos, como ya han exhibido algunos países en que la cobertura de la mayoría de la sociedad peligraba y la chance de la inmunidad de rebaño quedaba lejos.
“A mí me gustaría que las sociedades se vacunasen por convicción solidaria, por la certeza de pensar que nadie se salva solo; si yo me cuido estoy cuidando al otro, si el otro se cuida me está cuidando a mí. Sin embargo, es cierto, existen ejemplos en que eso no alcanza y hay que establecer algún sistema de reconocimiento de incentivos”, expresa el referente en biótica.
La oferta de estímulos es variopinta; algunos estados organizan loterías millonarias de las que solo pueden participar los ciudadanos que accedieron a su vacuna, regalan donas o, lo que aún significa más, brindan becas de estudios en universidades de primer nivel.
También ofrecen otras facilidades más razonables: los padres que reciben sus dosis obtienen cuidado infantil gratis para sus hijos mientras concurren al centro a ponerse su vacuna, por ejemplo. O los empleadores cobran créditos fiscales si habilitan a sus trabajadores que enfrentan eventos adversos normales (fiebre, cansancio) para se tomen unos días de descanso luego de la inyección.
Pero el despliegue de diversas acciones para vacunar no es privativo de Estados Unidos. Además de los tradicionales centros comerciales, paradas de subtes, trenes y colectivos, las autoridades sanitarias de todo el mundo han dispuesto puntos de vacunación en cines (Reino Unido), catedrales (España) y sitios turísticos. ¿El más estrafalario? El castillo del Conde Drácula en Transilvania. Allí los turistas que visitan la atracción rumana, además de pasear y conocer el medio centenar de instrumentos de tortura medieval exhibidos, se marchan con el brazo pinchado.
Como refería Monteverde, Argentina posee una muy buena tradición en la cobertura de vacunación, aunque es cierto que también existen los grupos de personas que pudiéndolo hacer no se vacunan. Y aquí hay que ser claros: no todos los que eligen no vacunarse son antivacunas. Las realidades en el país son heterogéneas y en las decisiones individuales pueden influir múltiples factores.
Hay personas que han manifestado problemas logísticos para poder acercarse a los centros de vacunación (viven lejos, no tienen cómo trasladarse), otras que no saben cómo descargar la aplicación en sus móviles, otras que se sienten “fuertes” y “sanas” y prefieren esperar para vacunarse aunque sea su turno, y por último, también están las que pese a que en un principio deseaban inmunizarse luego sintieron miedo, tal vez influenciadas por las campañas de desinformación que se promueven desde hace meses en algunos medios.
De una manera u otra, el camino nunca es confrontar sino generar consensos, pues, a nadie se convence desde el insulto y la falta de respeto.
“Muchas veces las personas rechazan la vacuna por el simple hecho de rechazarla, su decisión no tiene demasiado fundamento. De la misma manera que muchas madres y padres, cuando llevan a sus hijos a vacunar tampoco se preguntan qué están inoculando. El hecho de que se vuelva obligatoria la dosis contra covid provocará que más personas que en este momento dudan, luego adhieran”, manifiesta Bruggesser.
Mientras algunos no se vacunan porque no pueden o no saben cómo hacerlo, otros no lo hacen porque decididamente no quieren. A los grupos antivacunas, tener más o menos información no les modifica demasiado sus percepciones y actitudes frente a la vacunación. En esta línea, el interrogante que se abre es ¿cómo convencer a los que no quieren ser convencidos?
Primero la salud
De manera reciente, Monteverde publicó el artículo “Respeto por la autonomía individual y el beneficio colectivo: argumentación a favor de la vacunación obligatoria contra el SARS-CoV-2 para el personal de la salud”. Su trabajo surgió como fruto de una experiencia personal que lo marcó y comparte con Página/12. “Cuando a fines del año pasado comenzaron a llegar las primeras vacunas para el personal de salud, me tocó organizar en el Hospital (de Niños Ricardo Gutiérrez) la vacunación. Empecé a ver que tanto enfermeros como médicos manifestaban cierto rechazo; para ese momento, no habían salido las publicaciones científicas que se difundieron luego en relación a la Sputnik V”, narra.
Luego argumenta su punto de vista: “Uno puede entender muy bien que todas las vacunas durante la pandemia se están aplicando mediante autorización de emergencia. Ahora bien, si reflexionamos sobre el rol que tenemos como profesionales de la salud en el tratamiento de personas que pueden afrontar complicaciones graves, la responsabilidad es doble. Va en consonancia con el juramento hipocrático que hicimos hace años”. Y agrega Monteverde: “Tanto es así que, a pesar de no ser grupos de riesgo, nos vacunan todos los años contra la gripe. No solo es para protegernos a nosotros sino también a las personas que atendemos. Bueno, con la covid podría pensarse de la misma manera”.
“En algunos casos, como en los trabajadores de la salud, no debería discutirse ni siquiera la posibilidad de que la vacunación sea optativa u obligatoria. Sobre todo porque hay un claro riesgo de infección y propagación”, opina Maglio. Desde la experiencia de Monteverde, aquellas personas que deciden no vacunarse suelen formularlo en términos como: “No voy a correr el riesgo, si total cuando se vacunen todos los demás, voy a estar cubierto”. Desde su óptica, ésta configura una postura errónea, en la medida en que los únicos que deberían razonar de esta manera son, precisamente, aquellos individuos que tienen contraindicada la vacuna por alguna razón, como pueden ser antecedentes de alergias graves, inmunosuprimidos, o bien, que exhiban alguna patología de base que no los habilite a recibirla. “Esta premisa debería ser fácilmente comprendida entre el personal de salud que, en un primer momento ofreció sus resistencias, aunque hoy la realidad sea otra afortunadamente”, afirma.
Carolina Moreno, experta en comunicación de la ciencia de la Universitat de València, plantea que ante temáticas como vacunas y pseudoterapias, las personas con menos formación tienen más confianza en el médico o el pediatra. Mientras tanto, la gente con mejor nivel educativo, más poder adquisitivo y más acceso a la información, cultivan más dudas y menos confianza en las autoridades y las instituciones. Durante el proceso de inmunización masiva en Argentina, el ministro de Salud bonaerense, Daniel Gollan, afirmó que el grupo más renuente a vacunarse en el comienzo de la campaña era el personal de salud, en especial, los médicos. En la actualidad, como dice Maglio, “la realidad es otra afortunadamente”: se inmunizó con el esquema completo al 95 por ciento de las personas que componen ese grupo. El desacuerdo inicial puede modificarse, para ello, la estrategia sanitaria también tendrá que encarnar una fuerte estrategia comunicacional.
FUENTE: Página 12