Diqui James y Gabriel Kerpel: «La energía de Fuerza Bruta es tribal y nos une a todos sin elitismos»

Los directores de la compañía que transformó el arte performático hablan sobre “Aven, un lugar sin piso”, su espectáculo más reciente. La creación como desafío e ideología, a lo largo de dos décadas de trayectoria.

Fuerza Bruta está de vuelta. La agrupación que se convirtió en una referencia decisiva de la escena del teatro performático desde su irrupción en los años ’80 con la Organización Negra, aquella propuesta que marcó la escena experimental de la postdictadura y que luego mutó hacia De la Guarda, ahora celebra su última metamorfosis con Aven, un lugar sin piso. Cargados de sensaciones intensas y estímulos para todos los sentidos, los shows de Fuerza Bruta son un suceso que trasciende fronteras y que llevó al grupo por más de 50 ciudades de todo el globo: desafiando la gravedad, invitando a mirar allí donde el ojo no suele ir (hacia arriba, a los costados, a los rincones), con actores y bailarines moviéndose tanto en el escenario como entre la gente y transmitiendo una gran energía vital en cada movimiento. Y ahora, dos décadas después, la compañía creada por Diqui James en 2003 comenzó una nueva etapa.

En charla con Tiempo, el alma máter de la agrupación junto a Gabriel Kerpel, compositor y director musical del proyecto, se explayan acerca de este momento, en el que además disponen de un espacio propio diseñado dentro del Club GEBA, en Palermo. Un sitio capaz de albergar sus grandiosas puestas. Allí, en la sala Sinpiso, Fuerza Bruta emprende un camino que, casi inevitablemente, los guiará una vez más hacia distintos lugares del planeta. Y será recurriendo al universo onírico, su principal herramienta para soprender al público; como cuando invadieron las calles de Buenos Aires durante los festejos del Bicentenario, o como cuando animaron la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de la Juventud, en 2018.

“Con Aven queríamos hacer ‘el espectáculo más feliz del mundo’. Lo dijimos para alentarnos a buscar por ese lado», explica James sobre el show que estrenaron en diciembre pasado. «Históricamente, Fuerza Bruta tenía una oscuridad, cierta mirada dark que luego daba paso a una descarga catártica, como que se juntaba energía para luego generar una sensación de liberación. El reto de este show fue mantener la potencia de siempre, pero ahora en tono de celebración. Por eso Aven es distinto a todo lo que hicimos antes”

James y Kerpel forman un tándem en el cual las ideas más audaces y abstractas logran materializarse. Algo que cualquiera que viva la experiencia de Fuerza Bruta puede sentir.

James trabaja con el mismo equipo técnico desde 1992, encabezado por Alejandro García y Fabio D’Aquila. Un grupo de realizadores, ingenieros calculistas, diseñadores industriales, entre otras personas que se ocupan que todo funcione. “Lo primero es tener un guión emocional que marque por dónde ir, cuál es el viaje que queremos que viva el público, los espectadores, de manera colectiva. A partir de esa hoja de ruta se van llenando los casilleros y resolviendo problemas en la realización”, describe quien lidera la compañía.

En este caso, lo que más le importaba trabajar a James era el concepto de naturaleza artificial. Aven es una metáfora de lo que le pasa al planeta. “Hay una mirada sobre lo natural, pero es crucial también lo artificial y cómo los colores y sonidos determinan esa falsa naturaleza. Hay algo emotivo, pero de festejo. Este es un show totalmente positivo y que propone adaptarnos a lo que nos toca”.

La puesta en escena incluye actores y bailarines desplazándose en el agua, meciéndose entre brisas o ventarrones, interactuando con mariposas, una formidable ballena, o bien emprendiendo una vuelta alrededor de la Tierra representada por una esfera que cuelga sobre el inmenso espacio y los cuerpos de los presentes. “

La pandemia interrumpió el proceso creativo. Podríamos haber presentado antes el espectáculo, pero a su vez le dio otros matices, y de alguna manera, la gente también lo tomó distinto”. James remarca que nada parte de un análisis intelectual. “Puede ser que lo cotidiano sea un disparador, pero laburamos a partir de lo sensible, y hacemos lo que sea para lograr aquello que queremos; las conclusiones y significados serán de cada uno. No es un objetivo que nos ponemos, vamos por otro lado”.

Foto: Prensa

Un compromiso expresivo a través del tiempo

Gabriel Kerpel reconoce que la parte técnica determina un poco la estructura del show, pero que también existen otras variables: “Sobre las ideas que tira Diqui se empieza a experimentar y a probar algo nuevo. Siempre en los ensayos aparecen otras cosas, porque es difícil entender algo si no lo ves. Con este show empezamos a trabajar antes de la pandemia, y fuimos encontrando, a medida que podíamos, un resultado final, que en realidad nunca se alcanza… Pero llega un momento que empieza a rodar y a tomar su propia forma. Tenemos que trabajar la imaginación, para que todo congenie”. El músico aprovechó la tecnología actual para encontrar todo tipo de sonidos, empezar a componer y a producir, partiendo de bases genéricas hasta forjar lenguajes propios para cada escena. “Los aspectos teatrales de algunas partes del espectáculo siempre los manejamos con composiciones más sutiles, el desafío es no repetir fórmulas y aportar texturas en las distintas partes de la puesta”.

Sobre la sociedad que forman con el músico, James agrega: “La verdad, nos conocemos hace mil años, y tenemos la confianza de, sin temor, cuando algo no funciona, descartarlo para empezar de vuelta. Hasta que quede justo. En el proceso creativo es clave saber qué es lo que queres generar, y así poder encontrar las herramientas para hacerlo. No nos comemos ninguna: si hay que cambiar, se hace. Hay que darse libertad”.

El público, para ellos, es el testigo que comparte el momento, pero nunca especulan acerca de qué es lo que funciona o no. “Hay algo en Fuerza Bruta que es emocional, transversal a las culturas y a los tiempos. Pero como van cambiando las formas de comunicar, a veces hay que tomar opciones diferentes. Pero nunca pensamos ‘esta gente es nueva’, o ‘estos ya vieron lo anterior’. La base siempre es concentrarnos en qué queremos hacer, esperando que le guste al que va a venir, sin importar la edad ni cualquier otro factor”, suma Kerpel a la mirada de su compañero.

James cree que pensar en diferentes tipos de público es meterse en un laberinto que nada tiene que ver con el objetivo de esta experiencia. “Si pensás en el resultado, la cagás, me parece. Sólo queremos hacer lo mejor que podamos, de manera eficiente, para explotar la capacidad expresiva de cada escena al máximo. Ese es el desafío. Todo el tiempo nos cruzamos con gente que nos dice: ‘eso no lo van a poder hacer, no los van a dejar, es imposible’. Entonces aprendimos que hay que tener fe, hasta que se logre. Y si no, buscar por otro lado. De eso se trata”.

Tanto James como Kerpel admiten que su objetivo es conseguir que quienes asisten a los espectáculos no piensen demasiado, sino que sólo se deje llevar. “Si al ver el show notamos a la gente atónita, es que vamos por el buen camino. La idea es sentir y dejar de analizar todo”, dice el director musical. “No hay que preguntarse por qué o para qué”, redondea el concepto James.

“Desde chico quería hacer algo que transmita a partir de un lugar menos solemne. Siempre admiré el teatro callejero, su espíritu. Es algo que se va perdiendo y que creo que hay que seguir haciendo.

La energía de Fuerza Bruta es tribal y nos une a todos sin elitismos, como pasa en los carnavales, un lenguaje que atraviesa a la sociedad.

Nunca tuve una mirada encumbrada de lo teatral, por eso siempre quisimos que nos venga a ver cualquiera. Alguien que lee a Shakespeare o alguien que nunca lo ha hecho», dice el realizador. «Viajando nos dimos cuenta de que también atravesamos distintas culturas, aunque hay detalles que vemos que son muy nuestros: cosas que acá no tenemos que explicar y en otros lugares, la gente se queda más perpleja. Pero cada reacción es única”.

La experiencia colectiva es el eje de Fuerza Bruta. “Se perdería la esencia si no fuera así. Es un grupo de bailarines/actores proponiendo algo, que sólo toma la forma adecuada si del otro lado hay un grupo de semejantes dispuestos a compartir”, enfatiza James. “En este caso es una compañía nueva, una generación nueva de intérpretes espectaculares. Son jóvenes con otra cabeza, otra libertad para disfrutar, haciendo lo que les toca sin indagar en los motivos, sino sólo sintiéndolo, atravesándolo y prestando atención a lo técnico, pero sin darle muchas vueltas al por qué. Eso se nota en cada presentación.”

Gaby Kerpel resume la tarea: “La concentración está puesta en buscar hacer algo que nunca hicimos. Dejar que todo fluya e investigar terrenos en los que no habíamos estado antes. Por ejemplo, en lo que a mí respecta, hay sonidos nuevos que me llegan a partir de indagar en géneros y estilos distintos, entonces se incorporan de manera natural, sin ser algo deliberado. Luego, en la totalidad se termina de definir qué queda bien y qué no. Cuando recién arrancamos a trabajar no nos planteamos la necesidad de completar un panorama global, sino que es por partes. Quizá aparecen cosas que fueron creadas por separado, y se unifican. Lo bueno es poder identificar qué es lo que mejor va para cada momento. Es una búsqueda constante”.

Foto: Prensa

Un clan de artistas y su heredero

Muchos artistas, de distintos campos, fueron inspirados por Fuerza Bruta. Pero es inevitable pensar en uno en particular, que en los últimos años irrumpió en la música mostrando una veta artística bien marcada: Louta. Referente del nuevo sonido urbano y del indie argentino, se trata Jaime Martín James, el hijo de Diqui James y Ana Frenkel. Cabe recordar que Frenkel, actriz, directora teatral, coreógrafa y bailarina, fue cocreadora de De La Guarda y Fuerza Bruta y fundadora del grupo El Descueve. Además es hermana de Diego Frenkel, guitarrista y cantante de La Portuaria. Esa influencia familiar dejó su huella, ya que Louta se inició primero en las artes plásticas, después viró a lo sonoro (DJ, cantante y autor de sus propios temas), pero siempre con énfasis en lo teatral y performático, a la altura de su linaje. Algo excéntrico, tiene un estilo propio, que va desde su forma de interpretar hasta su vestuario. La carrera de Louta comenzó oficialmente en 2016 con un EP homónimo, que fue sensación en el under y luego tuvo alcance masivo, en paralelo a otros artistas que surgieron en esos años como Wos (Valentín Oliva), a quien el hijo de James y Frenkel produjo su primer disco. En 2022 volvieron trabajar juntos lanzando el tema «Quereme», una canción que ya cuenta con más de 10 millones de reproducciones. El video también lo dirigió Louta, que, además es el creador de la fiesta Bresh, una propuesta con clara influencia del trabajo de sus padres.

“Estoy orgulloso, claro”, reconoce James. “Él hizo su camino, trabajó su talento; yo lo veo contento y feliz, y eso me pone bien. Como padre voy a estar en todo lo que necesite”. Si bien no descarta alguna vez hacer algo juntos, el director aclara: “No creo que sea pronto, porque cada uno está en lo suyo, pero ¿por qué no? ¡Estaría buenísimo!”, asegura Diqui.

FUENTE: Tiempo Argentino

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